Recuerdo que fue un sábado por la noche...
Decidí salir de casa tarde, cómo otras noches. Me daba pereza... pero entre la opción de quedarme sólo en casa o estar sólo entre una maraña de gente elegí la segunda, total, quedaban pocas noches de verano y la temperatura era excelente.
Llegué al Café de la Plata y bajé las escaleras dirigiéndome al atestado piano bar. Nunca entendí porque se llamaba Café ese garito donde se podía consumir cualquier bebida excepto café. Aquella noche el ambiente era especialmente pesado, marineros recién desembarcados, prostitutas, grupos de turistas y algunos parroquianos acodados en la barra ...imágenes que se diluían entre el humo denso del tabaco.
El pianista elegía cómo siempre la siguiente actuación, con una ligera seña; a veces sólo con acordes pescaba entre el público a los aficionados a cantar sus sueños perdidos en el escenario, parecía improvisado pero todo estaba estudiado.
De repente te vi cuando bajaba las escaleras, estabas con varios amigos que también yo conocía, me acerqué a saludaros. Te recordé de otras ocasiones en las que también nos habíamos saludado y eso había sido todo; ésa noche parecía que te interesaba charlar conmigo y pensé:
-A ver hasta donde...
Conectamos rápidamente ¿ recuerdas?, algo que a los dos nos sorprendió.Te interesaban mis proyectos musicales, mis conciertos, te encantó ese aspecto de mi vida...que era toda mi vida. Me llevaste a bailar y me enseñaste una sincronización entre cuerpos desconocidos que jamás hubiera soñado, me gustaba tu pelo, tu mirada y tu sonrisa; la manera de recular cuando yo quería entrar por la rendija entreabierta de tu alma, como cuando te pregunté si estabas enamorada de tu marido, no pudiste responder rotundamente y divagaste en un mar de teorías sobre el amor.
El pianista me avisó y me acerqué al micro, te quedaste perdida entre la gente, nos separaba un mundo y te busqué.Cuando te vi, charlabas animadamente con una amiga, me miraste e hice lo que no hago nunca: me acerqué hacia ti cantando, cantándote; el local había enmudecido, el mundo había desaparecido. Todo el mundo nos miraba, me pareció que te morías de vergüenza mientas te acercabas hacia mi, y bailamos abrazados, yo seguía cantándote, apretándote firme para que no se nos escapara ese momento, nuestro momento.
Alguien me quitó el micro al terminar la canción y así pude abrazarte entera, seguimos bailando pegados, cada vez más lento, sin escuchar la música ni las voces a nuestro alrededor.
Me dijiste que no me ilusionara contigo, que no podías darme más. Fuiste sincera y no me hiciste falsas promesas, yo no te prometí nada, te lo regalé todo, mis proyectos, mi largo viaje, la vida que me quedaba...
Tuviste que irte de repente, casi sin despedirte y yo no podía dejarte marchar así, por eso insistí en llevarte a casa en mi coche, por alargar lo improlongable, la locura de lo que no puede ser y nunca será. En un semáforo en rojo te besé despacio, muy lento y suave, adaptamos nuestras lenguas y labios con sabiduría, como si nos hubiéramos besado toda la vida.
No me diste tu número de teléfono, no te lo pedí, sabía que para ti sería un problema rechazarme y no quise romper la magia de aquel instante. Te acerqué hasta tu casa y nos despedimos sin más, en mi mirada estaba todo mi ser, en la tuya sólo un adiós.
Decidí olvidarte rápidamente pero te buscaba cada noche que salía, iba al mismo garito, cantaba las mismas canciones, coincidí con nuestros amigos en varias ocasiones pero nadie supo darme cuenta de ti.
Empecé a buscarte en otras mujeres sin encontrarte. Una tenía tu pelo, otra tenía tu cuerpo, hubo alguna que incluso me ofreció una sonrisa como la tuya.Todas eran pedacitos de ti pero no eras tú.
La fecha de mi partida se acercaba, y seguía sin verte, empezaba a desesperarme y de repente te vi la otra noche, entraste en el café con unos amigos y el que supuse que sería tu marido.No me buscaste, yo te observé, estabas en otro mundo, en tu mundo... te vi bailar con tu marido, y dolió, te vi abrazarte a él y dolió más, te vi besarle y me respondí a la pregunta que había quedado en el aire: Si, estabas enamorada.
Subí las escaleras cuidando de que no me vieras y te vi feliz, te agradecí en silencio que hubieras sido capaz de repartirme un poco de esa felicidad.
Al día siguiente salía mi vuelo, iba a empezar una nueva vida, llegué al aeropuerto ligero de equipaje y lleno del momento de ti.
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